Si cada uno de nosotros, al nacer, tuviera acceso a un vestuario infinito, cogería lo que mejor le quedara y, seguramente, con ello puesto se quedaría para siempre. El que se ha puesto el pijama, encantado con su comodidad, dormiría muy a gusto pero seguramente destacara bastante en una boda. El que hubiera elegido vestirse de frac sería el más elegante de la boda, pero muy probablemente no estaría muy cómodo en la cama.

Más o menos lo mismo nos ocurre a todos con los eneatipos, es decir, con las ‘personalidades’ que nos hemos puesto, o, más bien, con las estrategias de adaptación al medio que cada cual ha adoptado. Podrían parecer infinitas pero sólo hay nueve (cada una se corresponde con un número y recibe un nombre), y usted está dentro de alguna de ellas.

Y es que cada cual, de forma inconsciente, ha analizado ‘lo que es’, su esencia, y el medio en el que vive. La combinación de ambos factores ha dado lugar a esa estrategia de adaptación que no es otra cosa que la mejor forma que se nos ocurre de conseguir amor. Uno habrá decidido que debe erigirse en líder del grupo para ser respetado y admirado. Ése será un “desafiador”, un número 8. Otros, sin embargo, buscarán el amor y el reconocimiento por medio de la ayuda y la entrega a los demás. Son los “ayudadores”, los números 2. Habrá quien se retraiga más sobre sí mismo, se admire de sus sentimientos, se obnubile con la belleza del mundo. Será, seguramente, un romántico, un “individualista”, un 4.

Pero cuidado, el eneagrama, la doctrina que estudia estos nueve tipos de trajes que cada uno nos hemos puesto, no es matemático ni definitivo. Más bien al contrario. Cuando uno se introduce en esta ciencia lo más fácil es descubrir a qué numero pertenece su gente más cercana, pero lo más difícil es reconocer cuál es uno mismo. Eso sí, una vez que hemos descubierto qué número somos, cuál ha sido nuestra estrategia de adaptación, se abre la puerta de salida.

Y es que, paradójicamente, el eneagrama nos ayuda a quitarnos el traje que nos pusimos el primer día siempre que queramos. Para poder ir a la boda en frac, pero dormir en pijama. Lo más importante de poder hacer esto es la oportunidad que nace de recrear la vida de forma espontánea y fresca. Cuando uno detecta la estrategia (automática e inconsciente) que ha elegido y que marca sus pasos, es más fácil salir de ella, desactivar el piloto automático de “líder”, quitarse el pijama si hoy preferimos vestir vaqueros.

Quien no se ha dado cuenta de que puede vestir otra cosa que no sea su pijama, tiende a repetir una y otra vez los mismos patrones a lo largo de su vida. Por eso, una vez superados los cuarenta, es frecuente pensar “esto ya me ha pasado antes y no he sabido evitarlo”. Si uno se divorcia por tercera vez, o siempre se pelea por el mismo motivo con su hermano, su jefe y su amigo, seguramente no es que exista un complot en su contra. Igual es que ha ido a una boda en pijama y debería aprender a ponerse el frac de vez en cuando. Así encajará mejor y él mismo se sentirá más cómodo y seguro en cada situación, y libre de poder elegir su vestimenta en cada ocasión.

Esa es sólo una de las ventajas del eneagrama, una ciencia compleja y profunda, una estupenda herramienta de autoconocimiento, de empatía y comprensión de los demás que iremos desgranando, desde aquí, poco a poco. No se lo pierdan.

*Concha Moreno Baena es terapeuta, socia-fundadora de EPA- Eneagrama para Autoconsciencia y Directora del programa de acreditación de la Asociación española de Eneagrama.

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4/3/2011